lunes, 19 de agosto de 2013

El día que decidí ser libre






15-10-2013

El día comenzó como cualquier día, ilusionado porque después de la larga mañana de recepción hotelera me esperaba un tren con destino a Sevilla, para dar la sorpresa a mis padres de presentarme en mi casa para celebrar mi cumpleaños. Unos clientes británicos habían decidido comprar una postal y cubrirla de frases bonitas para felicitarme con un día de antelación, antes de mi marcha.
En un rápido devenir, Fuengirola se quedaba atrás y mi destino era Huelva. Recuerdo con exactitud cada segundo de ese trayecto, como se recuerdan aquellos días que no sabes, pero que de repente en cuestión de segundos cambian tu vida.

Aún de camino, la llamada de mi padre, me alteró, reconocer esa voz que solo se usa en los momentos malos, un dulce especial para evitar asustar, y un sudor frío terrorífico inevitable que recorre en ese instante tu cuerpo.En ese momento supe que ese día marcaría de alguna forma mi vida, lo que probablemente aún no veía, que la vida me enseñaría una de las lecciones más bonitas aprendidas hasta el momento.

Aquella noche la pase junto a mi padre, durmiendo en los alrededores del hospital, al día siguiente una hipoacusia bilateral había robado la audición a mi madre, el choque de la primera imagen fue tan fuerte que reconozco que en aquél momento pensé que no podríamos con aquello. Una única llamada a la espera de un respaldo, que resultó nefasta para un estado de sobriedad, un egoísmo al otro lado tan incapaz de comprender que aquello, iba más allá de la cortesía y rozaba plenamente el estado de necesidad, pero en las relaciones como en la vida, cuando se acaban a veces muere con ellas la humanidad.

No había alternativas, la frase que nadie quiere oír, la frase que toda mente se niega aceptar por fuerte que parezca. Y así fue la vuelta, volver a casa asumiendo que aquello no tenía solución alguna. Pensé que todo se me desvanecía por completo, nada podía importarme, ni siquiera aliviarme un poco el dolor, pero no lo pensaba, en aquél momento todo se centraba en la esperanza de que todo volviese a la normalidad.

La semana pasó en el Hospital, pero en esta ocasión en Huelva a la espera de un milagro,  mi madre atravesaba los momento más difíciles, pero siempre guardaba esa sonrisa, esa mirada, incluso esas palabras que un momento así me sorprendían mucho más, ¿como puede alguien albergar tanto amor dentro, como para preocuparse más de tí que de sí mismo en un momento así?. Los días pasaban en el hospital, yo tenía que volver, poco a poco mi madre hablaba y su voz aliviaba levemente ese dolor que llevaba dentro, yo no quería volver a trabajar, no me podía plantear la idea de marcharme lejos de allí, quería pasar todos los días al lado de aquella cama en el hospital.

La vuelta al trabajo era inevitable, mi madre me necesitaba más que nunca, volvía a casa y se encontraba sola mientras mi padre  trabajaba y mi hermana tenía que estudiar; de repente mi madre me regaló la mayor lección que nunca he aprendido: " Da igual Adrián, deja de gastar tus energías esperando que vuelva a escuchar, la vida viene como viene, y esto no podrá conmigo, a mí solo me importa que tu te vuelvas, que sigas con tu vida, que seas feliz, y no dejes de trabajar".

Rompió a trozos sin darse cuenta toda la culpa, y de repente se pasó instantes de mi vida por delante; aquella relación que exigía mi presencia para amar en el objetivo de no sentirse solo y a costa de mi infelicidad, aquellas exigencias del que dice quererte y solo te quiere cuando estás; el amigo egoista al que siempre ayudas y que te recrimina si un día te vas, los reproches que obtiene cuando en tu felicidad se aleja un poco del dar, y siempre dar. Aquello era el Amor...

Aquella frase me hizo libre, mucho más libre de lo que me han hecho mis "algún viaje por el mundo", mucho más libre que la capacidad de razonar, plenamente libre al entender que es el verdadero amar, ese que te da alas y te empuja cuando solo te desea agarrar, ese que ofrece sin esperar nada a cambio; y con el tiempo ese que cubrió mi casa aportando la paz. Encontrar el amor en las palabras que se leen y que no necesitan ser escuchadas, las  caricias que te hablan, los gestos, las miradas....esa libertad de aquél que te hace soportar el grito inmenso del silencio.

Ahora sé que aquél cumpleaños no fue horrible como pensaba, fue el mayor regalo que podía esperar, ahora se que viajé a Sevilla, no para sorprender a los míos, sino para agarrarles y recorrer juntos este camino que ahora seguimos, ahora sé que volví a Málaga no por casualidad, y que estoy en casa porque tengo que estar....ahora sé que soy libre, plenamente libre para querer y desear que quién este a mi lado, tenga tanto amor dentro de sí mismo, que pueda desearme que sea feliz con la misma intensidad que yo al desear.

Gracias por todo esto MAMA.

El día que decidí ser libre, Adrián Delajara.






2 comentarios:

  1. Cuando se Ama de verdad hay que dar alas....el no hacerlo sería un acto de Mezquindad....Yo te amo y, quiero lo mejor para tí, yo ya he vivido, quiero que Tú vivas tu vida. Sólo quiero tu sonrisa de siempre, que es la que alegra mi alma...Tú que solo sabes querer, que no conoces la envidia, y lo que te alegras del bien de los demás, de desear que todos los que te rodeamos seamos felices, amigos...familia..que tanto te alegras, personas como tu no quedan. Tú eres Grande Adrián, no puede estar una madre más satisfecha de tener este hijo que tengo, por eso Adrián tu vuela alto para que veas las cosas desde bien arriba. TE QUIERO MUCHO. TU MADRE.

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  2. Con lágrimas en los ojos he terminado de leer tu artículo. Eres un ser libre porque sabes amar, darte a los demás y, sobre todo, querer mucho a los tuyos. Ellos estarán muy orgullosos de ti, especialmente tu madre. Las madres tienen esa virtud de saber siempre lo mejor para sus hijos y dejar a un lado el egoísmo que todo ser humano posee, anteponer, si fuera necesario, su vida para que su hijo pueda vivir "LIBRE"

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