domingo, 19 de julio de 2009

La última mirada a la bajamar

-Anda levántate, creo que ya hemos llegado.

-¿Mamá esto es Huelva?

-Luego te explico pequeño, pero tenemos que bajarnos, el tren tiene que volver a la mina y nosotros vamos a disfrutar de un día fantástico.

La luz impregnaba cada recodo de aquella primera imagen viva, inusual para aquel pequeño criado a las afueras del barrio inglés, hoy su madre le regalaba un día a su lado, los propietarios de la casa 33, le han permitido abandonar sus labores de servicios, para disfrutar de su descendencia.

Francisco se ve cegado por la luz, sus ojos acostumbrados a los colores rojizos del mineral , y al humo de las teleras, no asimilan con inmediatez el enaltecido paisaje.

-Mamá, me tiras del brazo. Además no veo bien y me duelen los ojos.

-Francisco, ¿no lo entiendes?, tienes que andar, hace mucho tiempo que no podemos disfrutar de un día para nosotros, además aquí podrás respirar aire limpio, el médico del Sr. Tonks me ha dicho que el agua salobre del odiel puede aliviar tu tos.

-Pues el Sr. Tonks no me gusta mamá. Es muy pálido, tiene el pelo blanco, y no me deja jugar con los niños de la casa.

-Francisco para eso está mama, para jugar contigo, ya sabes que el Sr. Tonks es muy serio, pero muy buena persona. Además tu tienes que comportarte.

- Vale. Pero parece un cangrejo mamá....

María no pudo evitar la sonrisa, al recordar al Sr. Tonks, en el patio de su casa tomando el sol, previamente había obviado su consejo de no hacerlo con antelación al mediodía . El resultado fue una tez de color rojizo, similar a la interpretación de Francisco.

- Vamos hacer una cosa pequeño, mamá va a ponerte en los ojos el velo, para que no puedas ver...

-¿Me vas a dejar ciego? (Respondió Francisco con cara de estupor)

- No, Francisco solo voy a taparte los ojos, para que cuando los abras me digas que ves. Quiero que recuerdes esta imagen por siempre, algún día serás todo un hombrecito de provecho, y sabrás apreciarlo, por eso hasta que seas mayor no puedes olvidar nada de lo hoy veas. ¿Puedo confiar en ti?

- Claro Mamá, voy a abrir los ojos fuerte muy fuerte para verlo todo. Confía en mí.

El nerviosismo se apoderaba del pequeño cuerpo de Francisco, deseando ser un hombre para comprender todo lo que su madre quería transmitirle; mientras ella , se encargaba de convertirle en el protagonista del mejor cuento de mineros que había escuchado jamás.

- ¿Es un mineral?¿Es grande? Papa va a ponerse envidioso cuando lo vea, es más grande que los que me trae él, ¿verdad?

- Shhhh, ya hemos llegado. ¿ A que hueles minero?.

- Huele peste mamá.

- ¿Ves como eres un niño? Voy a preguntarte de nuevo....

- Ahora juego...el viento es fresquito, y huele como el agua de la bañera del Sr. Tonks.

- Te he quitado el velo, abre los ojos pequeño salomón. Descubre el mundo que va mas allá de los adentros de la tierra.

- Mamáaaaaaaaaaaaaaa, !aquí hay más agua que en la bañera del Sr. Tonks!, niños en la orilla con sus madres, como yo, y la arena es fina, no es de color rojo, hay cangrejos, !!Como en el río!!, pero este río es más grande Mama. Papa va estar muy pero que muy envidioso, esto es un secreto.

- ¿Ves aquellos hombres a lo lejos? Aprovechan la bajamar para llevarse cangrejos a sus casas y gratificar a sus hijos el buen comportamiento de la escuela.

Pero detrás del agua hijo mío, cuentan hay una isla, llena de casas inglesas, donde los dueños de las minas vienen a pasar el verano, cruzan en los veleros que están en la orilla y según dicen, en el puerto les esperan carruajes de madera, que le trasladan a una playa con mucha arena, con muchisima arena, y el aire es limpio, no hay humos, todo es pureza.

El otro día vi como la pequeña de los Tonks, escribía en su cuaderno para la escuela, le pregunté que hacía, y me contó, todo lo que había en aquella isla.

-¿Te imaginas minero, dejar de vivir para los adentros de la tierra, y vivir en el fin sobre ella?

- Madre, hay algo que no entiendo.

- Aún eres un niño....

- ¿Porqué tengo que ser mayor para entenderlo?

- Mi madre me llevo un día al río, cuando yo era una niña, y me pidió que sintiese el olor de los arboles; me hizo promerle que no olvidaría aquél día hasta que fuese mayor.

Sabes Francisco ....en este mundo siempre han existido dos tipos de personas; por un lado, los señoritos con grandes carruajes y joyas; y por el otro los sirvientes de los señores.

Tu abuela pequeño, me predijo que el campo se convertiría en humo. Todo lo bello, toda la grandeza de la naturaleza, termina siendo corrompida por el dinero, termina siendo comprada por los señores, para su disfrute; y como tienen tanto.....no saben cuidarlo.
Ellos no nacieron aquí, no sintieron nunca el olor del mar, el olor de la tierra, cargada de fuerza en sus adentros; ellos nunca pisaron el corazón de la tierra, ni sufrieron de la peste; tienen sus médicos.

Mi vida, sus madres jamás le enseñaron a amar la tierra que pisaban, porque cuando la tierra no diese dinero se marcharían a otro lugar, convirtiendo en ceniza y humo las huellas de sus pisadas.

Mira al horizonte cariño, mira y disfruta este aire, esta tierra, la grandeza de la bajamar del Odiel, porque quizás algún día pequeño Francisco, todo el monte sea negro.


Relato corto a Francisco Montenegro, De la Jara