miércoles, 3 de noviembre de 2010

A un metro de vida

Aun entusiasmado por las últimas palabras de ese señor canoso, disfrazado de profesor de arte y con aires bohemios, recorro aletargado el pequeño trayecto de la universidad hasta el metro. Me siento como por costumbre en el último vagón , la noche ha caído, y ya son escasas las caras que vuelven desde el norte de la ciudad al centro, escucho el sonido que anuncia el cierre de las puertas, y ya está; comienza el trayecto , miro por el cristal pensando nuevamente en que hoy me pueden las ganas de llegar a casa; ella está escasamente a un metro de mí, pero aún mis ojos no han recorrido el trayecto necesario para darse cuenta; el metro se para, siento sin prestar excesiva atención el movimiento de salida y entrada, mis ojos continúan pendiente de aquello que queda tras el cristal , el férreo continua, ella sigue estando a un metro escaso de mí, pero aún no se ha producido el choque; de repente la proximidad del vagón con la pared me permite ver su reflejo en la ventana, mis ojos dislumbran su rostro difuminado en el cristal. Disimuladamente, dirijo mi mirada hacía el lugar en el que intuyo encontrarla, y en ese justo espacio, ahí está. Me quedo bloqueado, incapaz de apartar la mirada pese a las leyes sociales de la prudencia; no es su color africano lo que llama la atención, ni siquiera su vestimenta cargada de colores exóticos, tan solo es su cara, una imagen capaz de transmitir un sentimiento de horror, el reflejo más absoluto del pánico. Imagen por la que cualquier productor de cine pagaría, para algunas de sus películas de miedo .Quietud en sus manos, mirada fija a mi mundo inverso tras el cristal, tan sólo su rostro, cargado de sufrimiento, no existe el llanto, ni siquiera sus ojos tienen lágrimas, pero su rostro muestra el dolor . Me gustaría acercarme y preguntar que le pasa, pero soy cociente de que no puedo. Pasa inadvertida para el resto del vagón . Mi mirada solo la abandona al final de su trayecto, ella no tarda mucho en marcharse , y se pierde entre la gente, llevándose consigo el dolor, como una más de las miles de historias que se tiran a un metro.

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