La calle Alcaicería al resguardo de la catedral granadina ofrece imágenes tan dispares como la emblemática gitana ofreciendo romero junto al marroquí que vende al turista chino sus alfombras, el Sahara Occidental saca al balcón su bandera en busca de la libertad de su pueblo, en el mismo lugar de donde parte su sufrimiento, y las calles crean laberintos que por un instante te transportan al mismísimo centro de Estambul , los granadinos por el contrario ofrecen sus cerámicas cuidadas como oro en paño, producto de la laboriosidad de sus manos y las teterias se aglutinan en torno a una misma calle, un pakistaní te ofrece la posibilidad de disfrutar de la tranquilidad de su casa, ofreciéndote para comer un crepe de dátiles, frutos secos y caramelo. El olor del té somalí ofrece una visión distinta de la ciudad europea de los estudiantes, los marroquíes invitan a los homosexuales a expresarse libremente y se rechaza la homofobia, rompiendo de un plumazo con los estereotipos árabes.
La pequeña plaza del ayuntamiento sirve a los estudiantes granadinos como lugar de encuentro para mostrar su desacuerdo y expresar libremente su opinión, a nuestro paso en busca de la calle Navas, los carteles contra el racismo nos invaden el espacio, " Granada no es granada sin moros y negros".
Para finalizar, la famosa ruta de la tapa, que forma parte de la imagen turística que vende Granada al extranjero, es una realidad que muestra la hospitalidad gatronómica granadina , y que además convierte en imposible abandonar la ciudad sin un alto porcentaje de alcohol en sangre, si se pretende conocer su gran variedad.
" Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciega en Granada"
todo ello aderezado con ese frio que viene del blanco de la nieve de su sierra, la Nevada, junto al calor y olor a leña de las chimenas del Albaicin. Bonita Granada, como no iba a llorar el moro al ver como se aleja de aquella bella y entrañable ciudad.
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